miércoles, 25 de abril de 2018

Sueño en otro idioma ***


(Sueño en otro idioma, México/Países Bajos 2017)
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala


En la época presente, un joven lingüista llega a un pueblito en la selva veracruzana, para grabar en video conversaciones entre 2 ancianos indígenas, que son los últimos hablantes de la antigua lengua Zikril. El problema es que los 2 viejitos se pelearon hace 50 años y desde entonces no se hablan.

Entonces, el lingüista pide ayuda a la nieta de uno de ellos, para conseguir que se contenten y poder grabarlos platicando. Así es como nos enteramos no sólo de la razón del pleito, sino de la entrañable relación entre los dos viejos amigos, lo que hace más terrible esa ley del hielo que ya lleva medio siglo.

"Sueño en otro idioma" nos envuelve moviéndose fácilmente entre el presente y el pasado, mostrándonos, en el presente, cómo viven los 2 hombres, uno con su nieta veinteañera en el pueblo y el otro completamente solo en su choza en la selva. Y en las escenas de hace 50 años, vemos cómo estos viejos, de muchachos, eran uña y mugre, disfrutando su juventud en el paraíso de las playas veracruzanas y en la bellísima e increíblemente verde selva. Definitivamente la fotografía de Tonatiuh Martínez le hace justicia a eso de “sólo Veracruz es bello”.

En un reparto bueno en general, sobresalen las actuaciones de los cuatro actores que hacen los mismos papeles, viejos y jóvenes. En particular, la elección de Hoze Meléndez de joven concuerda físicamente muy bien con la de José Manuel Poncelis de viejo, no tanto así con el par Juan Pablo de Santiago (joven) y Eligio Meléndez (viejo), pero pues ahí está el talento de actores y director para convencernos de que son la misma persona y, sí, se lo cree uno.

El director Ernesto Contreras y su hermano Carlos, quien escribió el guión, eligen aderezar este melodrama con algunas escenas de realismo mágico, usando el cliché de que los indígenas tienen una vida secreta mágica que los “blancos occidentales” (por prietos que seamos) no tenemos ni entendemos y sólo nos queda envidiarles. A mí en lo particular esta fórmula no siempre me convence y creo que la película no la necesita; cuestión de gustos, pero sale bien librada de estas situaciones mágicas e incluso se les da un buen uso argumental.

Mención aparte la bella canción en Zikril que se canta en un momento clave de la película y realza lo musical de esta lengua que, me entero por los créditos finales, fue creada especialmente para la película.

Esta historia me recordó los cuentos del libro El Diosero, de Francisco Rojas, publicado en 1952 donde igualmente se cuentan situaciones de pueblos indios mexicanos a través de los ojos de hombres “blancos”, pero no se recurre al realismo mágico, sino al realismo a secas (bueno, a García Márquez todavía le faltaban unos años para ponerlo de moda…). Algunos de estos cuentos se adaptaron al cine en la película Raíces del director Benito Alazraki en 1954, que de vez en cuando pasan en la tele y por ahí ha de andar en la red.

No hay comentarios: