viernes, 13 de octubre de 2017

Blade Runner 2049 **1/2

(Blade Runner 2049, EUA, Reino Unido, Canadá 2017) 
Clasificación México 'B-15'/EUA 'R'
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Es el año 2049. K es un policía de Los Ángeles (Ryan Gosling), que se dedica a rastrear y retirar viejos replicantes que viven clandestinamente en la Tierra. Los replicantes son robots orgánicos superfuertes, con apariencia completamente humana, usados por más de 30 años en operaciones mineras y militares en el espacio exterior. Originalmente prohibidos en el planeta, los que escaparon del espacio deben ser eliminados por los Blade Runners, la policía dedicada, precisamente, a encontrarlos y retirarlos. Por supuesto, “retirarlos” es eufemismo de matarlos. En esas anda el Blade Runner K, cuando su investigación sobre una cadena de viejos replicantes aún fugitivos, lo lleva a un hallazgo conectado a hechos ocurridos en 2019, cuando el trabajo de los Blade Runners era bastante directo: encontrabas un replicante en la Tierra, lo matabas. Ahora, en 2049, han sido perfeccionados y son legales en el planeta, al grado de que, aparentemente, medio mundo en Los Ángeles es un replicante, trabajando en servicios de todo tipo, desde asistentes ejecutivos hasta prostitutas… incluso Blade Runners, como K. Eso no obsta para que la mayoría de los humanos los vean con desprecio, recelo y hasta odio (la queja de ”nos roban nuestros trabajos” nunca se acaba, supongo).

En Blade Runner 2049, el director Denis Villeneuve cuenta su historia siguiendo el formato estándar de las películas de detectives y criminales conocidas como film noir (el nombre viene, para mis lectores no iniciados, de las películas donde casi todo ocurre de noche o en lugares tan oscuros como la trama, cocinada en bajas pasiones, por cierto): conforme K va siguiendo las pistas, se da (y nos damos) cuenta de que no sólo es el investigador, sino también pieza clave en el crimen perseguido. Esto es inevitable: Blade Runner 2049 es la continuación (no segunda parte) de Blade Runner, el film noir de 1982, donde el director Ridley Scott nos presentó a Harrison Ford como un policía cazador de replicantes en una historia muy parecida.

Blade Runner 2049 visualmente propone un mundo futuro altamente poblado y contaminado, con una extendida ciudad de Los Ángeles donde siempre hay lluvia o nieve y la gente, cuando no está volando en sus carros futuristas, se mueve en sucias calles repletas de vendedores callejeros y neón, ambos altamente influenciados por el lejano oriente. Sus imágenes (en otro bellísimo trabajo del cinefotógrafo Roger Deakins) son una serie de monumentales tomas aéreas, intercaladas con acción en calles o interiores (completísimo diseño de producción de Dennis Gassner), que se dan el tiempo de mostrarnos todo esto lentamente y de una forma tan impresionante que no podemos despegar los ojos de la pantalla, mientras el Blade Runner va de una escena del crimen a otra, haciendo escalas en la funcional oficina de su jefa humana o en las estilizadas guaridas corporativas de la compañía que fabrica los replicantes; y de ahí, a su departamento, mientras reflexiona en silencio sobre lo que ha visto y sobre lo que vendrá, con la ayuda vocal (K no habla mucho) de Joi, su compañía computarizada, una especie de Siri autoconsciente (de hecho, esta parte remite inevitablemente a la excelente "Ella", del director Spike Jonze), que toma la forma holográfica de una simpática, sensible y hermosa joven veinteañera (la actriz cubana Ana de Armas). Todo esto sumergido en atmosférica música electrónica, con Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch emulando a Vangelis.

Igualmente inevitable es que el estilo visual y auditivo usado por Villeneuve sea idéntico al de Scott en la cinta de 1982. Blade Runner 2049 no sólo es la continuación de aquella: también es la más reciente de una larga cadena de películas futuristas que en los últimos 35 años se han inspirado en su estética visual o de plano la han copiado vilmente y que el cinéfilo promedio puede reconocer al primer vistazo, incluso si nunca ha visto Blade Runner. Supongo que, llevando la firma de Ridley Scott como productor, sólo Blade Runner 2049 puede reclamar legítimamente este derecho artístico.

Con todo lo satisfactorio que resulta el largo espectáculo visual que nos dan Villeneuve y Deakins, las 2 horas 40 minutos de duración no son llenados por una historia ni unos personajes que justifiquen tenernos sentados tanto tiempo. La trama no es tan importante y los personajes principales no cambian mucho que digamos. El conflicto entre “buenos” y “malos” se reduce, lamentablemente, al del héroe que debe detener al megalómano del día que, por cierto, hasta tiene al típico ayudante siniestro para hacerle la vida de cuadritos al protagonista.

No está usted para saberlo pero yo sí para contarlo: en contraste, la película de 1982, que duraba abajito de las 2 horas, además de una historia parecida, se servía del conflicto de sus personajes para plantear ideas sobre la naturaleza humana, la arrogancia creadora y la necesidad de vivir libre. Blade Runner 2049, si acaso, hace algo parecido con el personaje de Joi, que sirve como pantalla a las emociones del Blade Runner K, en sus necesidades que replican a las humanas, pero no hay tanto de la espléndida señorita de Armas para llenar esas casi 3 horas. Y aquí me pregunto: si no conociera yo la película de 1982 y Blade Runner 2049 fuera mi único acercamiento a los replicantes, ¿saldría, además de con las nalgas planas, pensando sobre la vida, sobre el instinto creador, sobre la libertad? Seguramente no.