jueves, 19 de enero de 2017

Shin Godzilla ***

(Shin Gojira, Japón 2016) Clasificación México ‘B’
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala


¿Qué pasaría si el día de hoy saliera del Océano Pacífico un monstruoso y gigantesco animal y empezara a destruir ciudades japonesas? ¿Cómo reaccionaría el gobierno japonés? ¿Cómo reaccionarían los gobiernos del mundo? La película número 31 sobre Godzilla (la número 29 producida por el estudio japonés Toho, que creara a Godzilla en 1954) contesta estas preguntas, justamente desde el corazón del gobierno japonés: las oficinas del Primer Ministro, al reiniciar la historia del famoso monstruo y hacerlo aparecer en el mundo por primera vez.

El planteamiento de los directores Hideaki Anno y Shinji Higuchi, especialistas en caricaturas animadas, es sencillo: sin anunciarse, el monstruo (inicialmente una especie de pez gigantesco, que poco a poco va cambiando de forma) sale del mar y se lanza sobre la primera ciudad costera que encuentra, destruyendo todo a su paso.

Como ocurre en estos días de “redes sociales”, la aparición es primero notada por ciudadanos comunes y los videos son compartidos y comentados con los consiguientes “likes” a lo largo de la internet, antes de que las autoridades se den por enteradas. Cuando finalmente el suceso llega a oídos del gobierno, pasa lo que quienes pagamos impuestos más sufrimos: el Primer Ministro y sus achichincles se quedan pasmados ante la eventual amenaza, sin siquiera atinar a hacer alguna declaración oficial, esperando que las cosas se arreglen solas. Con gran sentido del humor, los directores Anno y Higuchi hacen su crítica a la inacción burocrática del gobierno japonés pero, siendo justos y hasta benévolos con las autoridades, ese pasmo es sólo inicial y sólo entre los miembros más antiguos del gabinete.

Más temprano que tarde, dos funcionarios jóvenes destraban la situación y las certeras acciones en contra del monstruo inician, mientras la opinión pública continúa compartiendo videos y “likes” de la hecatombe. Por supuesto, en este mundo globalizado, un solo gobierno no puede actuar de manera aislada y menos si se trata de Japón tomando acción militar, así sea contra Godzilla. De modo que la presencia de los Estados Unidos es casi inmediata, con todo lo que ello significa en la historia reciente de ambos países. La amenaza de una nueva tragedia atómica es latente a lo largo de la película y se hace presente en el personaje de la enviada del gobierno estadounidense, una joven gringa/japonesa, nieta de sobrevivientes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

Y, a todo ésto, ¿y Godzilla? Es cierto que la película dedica una gran parte de su tiempo en mostrar las discusiones de los funcionarios de gobierno de todos los niveles, siempre a manera de sátira, lo cual resulta divertido e interesante. Pero cuando mueve su atención a Godzilla avanzando entre las ciudades, no defrauda. Tanto el monstruo como la destrucción se ven aterradoramente reales. Atrás quedaron los tiempos en que era evidente que Godzilla no era más que un actor dentro de un traje de plástico, tumbando edificios de cartón. Lo que no ha cambiado, para bien, es el origen del terror: Godzilla no es un capricho de la naturaleza. En la original de 1954 y ahora en Shin Godzilla, los necios humanos, nadie más, al forzar al planeta somos los responsables de nuestras propias desgracias.

viernes, 13 de enero de 2017

La guerra por la gasolina... y por el agua.

¿La vida imita al arte... otra vez? Las preocupaciones cachanillas (y de buena parte de los mexicanos) de esta semana remitieron a más de un cinéfilo a Mad Max, la épica tetralogía fílmica del director australiano George Miller, con su mundo agobiado por la escasez material y moral. Las penas, con buen cine, son menos, así que a verlas en disco o en internet.

Mad Max (1979)
Un jovencísimo Mel Gibson, en su debut internacional, es el policía australiano Max Rockatansky quien, al perder lo que más quería, persigue, juzga y ejecuta a pandilleros y criminales de la carretera. Al igual que ellos, Max también ha terminado por dejar atrás todo signo de civilidad y decencia en un mundo obsesionado por la escasez de gasolina. La básica historia (inspirada en las de vaqueros solitarios) y la crudeza de la violenta puesta en imágenes siguen siendo referentes de las películas con temas post apocalípticos.

Mad Max 2: El guerrero de la carretera (1981)
Max Rockatansky sigue vivo, años después perderlo todo, incluyendo su humanidad, por causa de los criminales de la carretera. Ahora vaga por un mundo destruido por las crisis energéticas, donde los sobrevivientes se han revertido a una población dividida en tribus enfrentadas violentamente por el dominio del combustible. Max (Mel Gibson) terminará, aunque no lo quiera, del lado de los más débiles en un camino a la redención que él mismo no busca.

Mad Max 3: Más allá de la cúpula del trueno (1985)
Los años pasan, los energéticos se van, literalmente, a la mierda (de cochi: estiércol como combustible, no piense usted mal) y Max (Mel Gibson nuevamente) continúa su solitaria vagancia, pero termina entre salvajes comerciantes que han creado sus propias reglas de dominio y sobrevivencia, dirigidos por una codiciosa y tramposa mujer (la cantante Tina Turner) amante de las artes y la barbarie. El grupo de niños que se une a Max y la violencia muy bajada de tono respecto a las dos películas anteriores hacen de Mad Max 3, lo que la de los ositos es a La Guerra de las Galaxias.

Mad Max: Furia en el camino (2015)
Nadie esperaría que una película de 2015 continuara exitosamente la historia de una trilogía estrenada treinta y tantos años antes. Su creador, George Miller, no falla: ahora la guerra por la gasolina es la guerra por el agua y Max Rockatansky (Tom Hardy relevando a Gibson) es el forzado espectador de una continua persecución en medio del desierto, repleta de colisiones, atropellamientos y explosiones. Muchas explosiones. Y ese convoy de escandalosos percusionistas, gigantescas bocinas y un guitarrista de heavy metal cuyo instrumento dobla como lanzallamas, en un agresivo y divertido espectáculo donde las acrobacias a altas velocidades abundan. Todo ello hace de Mad Max: Furia en el camino, la mejor película de la serie.

jueves, 5 de enero de 2017

Estación Zombie: Tren a Busán ***1/2

(Busanhaeng, Korea del Sur 2016) Clasificación México ‘B-15’/EUA 'R'
Calificaciones: ****Excelente ***Buena **Regular *Mala


La semana pasada publiqué mi lista de las 10 mejores películas que ví en el cine en 2016. Y, como siempre pasa con estas listas, justo al terminarlas uno ya las quiere revisar, para quitarle o ponerle. Después de ver Estación Zombie: Tren a Busán, estrenada el último fin de semana de diciembre, supe que tenía un pilón para mi lista de lo mejor del año.

Le platico, estimado lector, los primeros minutos: Un joven empresario, adicto al trabajo, deja su hamburguesa a medio comer en su oficina de Seúl, para llevar a su pequeña hija a ver a mamá, quien vive en Busán, otra ciudad koreana. La niña sufre el divorcio de sus padres y desea pasar su cumpleaños con mamá, para molestia del ocupado papá. A regañadientes, el hombre aborda con la niña el tren de madrugada, esperando regresar a sus intereses al medio día. Sólo que, como dice el dicho: el hombre propone y el cine de terror dispone… Pa’ pronto, estaciones y trenes se empiezan a llenar de zombis que a mordidas infectan a pasajeros buenos y sanos, cerrándose poco a poco el círculo de seguridad para padre e hija, junto con otros pocos viajeros en ese tren a Busán.

Amén de la economía que muestra el director y guionista koreano Yeon Sang-ho para establecer a sus personajes y entrar en materia, y de su solvencia en montar escenas “de acción” (los continuos  y crecientes ataques de zombis, pues) que se suceden una a la otra aumentando el suspenso y la intensidad de lo mostrado en pantalla, la verdadera joya de la película son sus personajes centrales y cómo se relacionan unos con otros.

Los asuntos por resolver entre el padre ausente y la niña abandonada se van desenvolviendo entre susto y susto y entre enfrentamiento y enfrentamiento no sólo con los zombis, sino también con los otros pasajeros. Es de rigor que en estas películas el grupo de personajes iniciales se vaya reduciendo conforme los monstruos van haciendo de las suyas. El director Yeon tiene el buen tino de usar estas pérdidas no sólo para efectos de horrorizar al público, sino para hacer avanzar la historia hacia su inevitable final.

Y como en toda buena película de terror, los monstruos son sólo un pretexto para contar historias con las que nos podamos identificar. Al alcanzar el tren su destino, no cabe duda, todos los que llegamos, a pesar de los zombis, ponemos el corazón en la mano por estos personajes.