sábado, 31 de octubre de 2015

¡Me Muero Bichi! / X: El tiempo de los monstruos.

Porque el arte no necesita de estrellitas ni calificaciones, sigue mi batalla personal contra la estupidez de los distribuidores de cine en México, desde la comodidad de mi sala. En cueros.

Cronos
(México, 1993)

Hace unos 15 años oí en la radio una entrevista con Guillermo del Toro, donde decía que tenía ganas de hacer una película de luchadores, más específicamente del Santo, el Enmascarado de Plata, enfrentando a alguno de sus enemigos en las famosas películas de los 1960s/1970s: algún científico loco, algunas momias, algunos extraterrestres, alguna mujer vampiro o tal vez todos juntos. Y la idea de del Toro no era hacer una película más del Santo, sino explorar al personaje: ¿qué tipo de hombre se pondría una máscara de luchador, una capa plateada y saldría, además de pelear los domingos en la Arena Coliseo, a luchar por la justicia, a bordo de su infaltable convertible deportivo? Por ese camino va Cronos, la primera película de del Toro. Excepto que en lugar de un luchador, se trata de un humano que se convierte en un monstruo inmortal (la película revela qué tipo de monstruo hasta después de casi una hora, así que no lo diré en esta reseña). ¿Qué hay detrás de ese monstruo?

Cronos nos presenta en realidad dos monstruos: uno, Dieter de la Guardia, un ser lleno de maldad, que sólo ve por sí mismo y pasa por encima de quien se le ponga enfrente. Dieter es un viejo y maltrecho magnate (el mexicano Claudio Brook en una de sus últimas actuaciones) que ha buscado por años, a toda costa, ser inmortal. El segundo, Jesús Gris, por el contrario, no siempre fue un monstruo y tal vez nunca lo será: Jesús es un buen hombre, un maduro comprador y vendedor de antigüedades (el actor argentino Federico Luppi), que para su mala, o tal vez buena suerte, se cruza con el objeto del deseo de Dieter: la fuente de la inmortalidad.

Y no diré más sobre la trama, ya que uno de los placeres de Cronos es la forma en que del Toro va presentando a sus personajes y sus historias, cómo enreda las vidas de protagonista y antagonista y, sobre todo, cómo coloca al hombre común en medio de situaciones extraordinarias, llenas de imágenes que a la vez aterran y fascinan o, de plano, nos provocan repulsión y/o carcajadas.

Mención aparte, la fascinación de del Toro por misteriosos mecanismos e insectos asquerosos, que parecieran gratuitos pero son parte integral de la historia. Igualmente, el uso de un personaje infantil, de alguna manera inocente, que se vuelve clave en ciertas vueltas de la historia.

Al lado de Luppi y Brook, en Cronos tenemos la primera colaboración de del Toro y Ron Perlman (después él mismo inmortalizado en el personaje titular de Hellboy, también por del Toro), en el papel del sobrino y ayudante del magnate, que de una manera mucho más mundana busca su beneficio propio en todo el asunto.

En Cronos, Guillermo del Toro sentaría las bases temáticas y visuales para su obra futura, particularmente Mimic (aún con todo lo hollywoodizada que resultó), El Espinazo del Diablo y El laberinto del Fauno. Una carrera fascinante, la del tapatío.

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