jueves, 29 de mayo de 2014

X-Men: Días del Futuro Pasado **

(X-Men: Days of Future Past, EUA 2014) Clasificación México 'B'/EUA 'PG-13'
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Mis lectores probablemente no sepan que yo tengo superpoderes. Al menos, tengo el súper poder de olvidar las películas que me aburrieron. Por ejemplo, casi todas las anteriores de los Hombres-X (¿cuántas son ya? ¿cinco? ¿siete?), así que para mí, afortunadamente, X-Men: Días del Futuro Pasado es una historia autocontenida sin ninguna referencia a películas anteriores. O futuras, espero, ya que muy probablemente esta también la olvidaré.

El director Bryan Singer regresa a la franquicia fílmica que él mismo iniciara en 2000, con X-Men y continuara en 2003, con X-2, acerca de humanos mutantes con extraños poderes y su continua lucha por ser parte de la sociedad. Así, algunos son telépatas, otros pueden mover objetos con la mente, unos pueden cambiar de forma, o lanzar llamas por los ojos, o convertir el aire en hielo. En el caso del Hombre-X más conocido o al menos con más películas, Wolverine, sus poderes son, hasta donde entiendo, ser indestructible, prácticamente inmortal y hacer salir de sus puños unas filosas garras que usa para atacar a quien se le ponga enfrente. La característica que distingue a estos de otros personajes cinematográficos con poderes extraordinarios, como Supermán o el Hombre-Araña, es que los Hombres-X no son superhéroes que andan salvando al mundo en cada respiro. Tampoco son amenazados por supervillanos como Lex Luthor o el Duende Verde. Su mayor anhelo es ser aceptados como son y su principal amenaza es la sociedad que les teme y no los acepta por ser diferentes.

En X-Men: Días del Futuro Pasado, encontramos a los Hombres-X en el año 2023, siendo exterminados por una especie de robots llamados Centinelas, creados en 1973 por el gobierno de los Estados Unidos, gracias al científico Bolívar Trask, cuya obsesión por acabar con los Hombres-X es igual a la de los otros enemigos humanos que el grupo ha enfrentado en sus películas anteriores. La solución que encuentran el Profesor Xavier y Magneto, los viejos líderes mutantes, es enviar a Wolverine cincuenta años en el pasado, a 1973, para cambiar los hechos que dan lugar al invento de Bolívar Trask. Así, Wolverine, que convenientemente nunca envejece, es interpretado nuevamente por el australiano Hugh Jackman y se convierte en el protagonista de esta historia que requiere que Xavier y Magneto sean encarnados, respectivamente, por dos actores viejos en 2023 (Sir Patrick Stewart y Sir Ian McKellen) y dos jóvenes en 1973 (James MacAvoy y Michael Fassbender).

Estas historias de viajar al pasado para arreglar el presente y cambiar el futuro ya se han contado antes en el cine y, en particular, de una manera más compacta y divertida en la trilogía Volver al Futuro, en su segunda película (Robert Zemeckis, 1989). La originalidad no es el problema, como ya lo he dicho antes en este espacio, sino la forma como el director Singer escoge exponernos su versión. El resultado es una película entretenida de principio a fin, con algunas buenas secuencias pero en general con una premisa floja (la motivación de los Hombres-X, “nadie me quiere” contra la paranoia a lo diferente de Bolívar Trask) y una trama repetitiva, en donde se remacha una y otra vez que hay que detener a la mutante azul (Jennifer Lawrence dando patadas voladoras a diestra y siniestra) antes de que interactúe con el científico loco que es Trask (Peter Dinklage, haciendo lo que puede con sus melodramáticos diálogos y su exagerada peluca).

Hablando de originalidad, para que vea usted que no tengo bronca con ello, lo mejor de la película está en la escena donde un mutante adolescente súper veloz previene una tragedia mientras todo a su alrededor parece congelarse, por lo rápido que se mueve el muchacho. Esta escena es exactamente igual a la que vimos en la cinta animada Vecinos Invasores (2006), con una ardilla hiperkinética en lugar de un adolescente mutante. La divertida puesta en escena de Singer y la cómica actitud del personaje mientras va acomodando las cosas a súper velocidad, mientras escuchamos la suave balada “Time in a bottle” con la dulce voz de Jim Croce, para mí ponen el rasero muy alto para el resto de Días del Futuro Pasado. Todo lo que está antes de esta escena y todo lo que le sigue después, francamente es olvidable. Benditos superpoderes.

P.S. Resulta que tengo otro superpoder que no había tomado en cuenta: pensar como otros cinéfilos y críticos de cine. Si no, vea usted lo que escribe Diezmartínez de esta película en su blog. Haga de cuenta lo que dije yo aquí, pero bien dicho.

jueves, 22 de mayo de 2014

Godzilla: Rey de los Monstruos **1/2

(Godzilla: King of the Monsters, Japón/EUA 1956) Sin clasificación
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Godzilla no siempre fue bueno. En las películas que me tocó ver en la infancia, durante los 1970s, la gran cachora parada era una especie de protector de la humanidad, contra amenazas descomunales como él. Claro, en cada pelea destruía ciudades enteras, como… bueno, como Godzilla en cristalería, pero era por un bien mayor. Sin embargo, en la película original de 1954, el monstruo era una terrible representación fantasiosa de los bombardeos atómicos de Estados Unidos a Japón.

Salido del Mar de Japón, Godzilla incendiaba buques de guerra nipones, matando a todos sus tripulantes. Pisoteba pueblos pesqueros enteros y, a su paso, dejaba una estela radiactiva que seguiría afectando a la población por el resto de su vida. Las imágenes iniciales de la devastación de Tokio, con cientos de heridos graves en los hospitales, cobran su verdadera y terrible dimensión en las escenas donde los doctores usan contadores Geiger para revisar el nivel de radiación en asustados niños japoneses: más claro, ni el agua. Godzilla representaba, en esa primera película de terror, el poder destructivo y la maldición de esas terribles armas atómicas que el Japón no se animaba a mencionar por nombre.

Aún así, dirigida por Ishiro Honda (y reeditada por Terry O. Morse para su estreno en los Estados Unidos, en 1956, con el nombre Godzilla: Rey de los Monstruos), Godzilla no deja de ser una película con pobres recursos cinematográficos. Efectos especiales risibles, aún para esa época. Historia melodramática y no de buena manera. Las acartonadas actuaciones, sobre todo en momentos que se suponen trágicos, hacen que uno como público tenga que poner de su parte para estar del lado de los personajes y no del monstruo. Sin embargo, lo que queda es muy directo: no importa cuánto progresemos, los humanos siempre estaremos a merced de la naturaleza y la respuesta tal vez esté en nuestra propia tendencia al mal.

jueves, 15 de mayo de 2014

Sin Escalas ***

(Non-Stop, EUA/GB/Francia 2014) Clasificación México ‘B’/EUA ‘PG-13’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Cuando yo era niño, a fines de los 1970s, me tocó oír a mi papá platicar con su cuñado yucateco, mi tío Gilberto, sobre películas. Aún hoy puedo oír en mi memoria a mi tío comentar, emocionado y con su acento de Mérida, una de Charles Bronson, El Vengador Anónimo: “es un arquitecto al que le matan a la familia y se dedica a encontrar y matar a los asesinos; muy bonita película, Compadre…” Yo creo que cada generación merece tener su propio Charles Bronson y puedo afirmar, con evidencia en mano, que Liam Neeson es, en este siglo XXI, nuestro actual vengador anónimo, con quien nos emocionamos cuando lo vemos impartir justicia, casi siempre al margen de la ley.

En Sin Escalas, Liam Neeson es Bill Marks, uno de los Marshalls federales que viajan de incógnito en los vuelos comerciales de los Estados Unidos, como respuesta a los secuestros de aviones que dieron lugar a la tragedia de las torres gemelas en 2001. Ya con los años a cuestas, Bill se nota cansado de viajar todo el tiempo, de un avión a otro, mezclado entre los pasajeros a quienes escudriña desde las salas de espera y durante todo el vuelo en turno. Sus relaciones más significativas parecen ser bastante superficiales: la tripulación del vuelo de Nueva York a Londres al que ahora ha sido asignado sabe su nombre y han volado antes con él, pero no mucho más. Y Bill parece cómodo con que así sea, de modo que no tiene que dar explicaciones cuando se esconde en el baño del avión para librarse del tedio, bebiendo un trago de whisky y fumando un cigarro sin ser descubierto.

Apenas iniciado el vuelo, Bill recibe un mensaje de texto en su celular, informándole que si no se depositan 150 millones de dólares en una cuenta suiza, un pasajero morirá cada veinte minutos. Lo que sigue es una muy entretenida versión de la clásica historia en la que un grupo de personas está encerrada en algún lugar con un asesino anónimo, que debe ser descubierto antes de que se despache a los presentes. La variante aquí, en todo caso, es que durante una buena parte de la película los pasajeros del avión son mantenidos al margen de la existencia del asesino y el peligro inminente en el que están todos.

La historia dirigida por el catalán Jaume Collet-Serra (quien dirigió ya a Liam Neeson en Desconocido, 2011), con un guión entregado por tres primerizos escritores, no arriesga elaboradas escenas de acción la mayor parte del tiempo, sino que va haciendo crecer el suspenso al hilar una serie de episodios en que el marshall trabaja con alguno de los pasajeros o con algún miembro de la tripulación, dependiendo de cómo se va desarrollando la situación, para encontrar al asesino, usando como límite de cada episodio la marca de los veinte minutos impuesta por el criminal. Es un acierto de Collet-Serra y su equipo el no proporcionar al espectador más información que la que tiene el propio Bill Marks, de modo que estamos ante un genuino acertijo de suspenso que tratamos de resolver junto con el protagonista. Hacia el final, Collet-Serra no resiste la tentación de soltar el relajo usual de las películas de acción, pero nada que eche a perder lo bueno logrado hasta ese momento.

El que no dudemos ni por un momento que Bill encontrará al asesino viene con la fórmula a la que Hollywood nos tiene acostumbrados, pero la pura fórmula no sería efectiva sin alguien como Liam Neeson al frente. Neeson se ha ganado a pulso su lugar como el confiable justiciero con quien podemos simpatizar, ya que aunque es un tipo bastante alto que llama la atención en donde se pare, su apariencia no es la de un superhombre indestructible. Al contrario: con los años, cada vez más aparece como un viejo camarada a quien animamos y aplaudimos cuando descubre y se escabecha a uno de los malos. Como dijera mi tío Gilberto, casi casi como cantando una bomba yucateca: ¡Qué bonita película!

viernes, 9 de mayo de 2014

¿Y Dónde Está El Fantasma? *1/2

(A Haunted House, EUA 2013) Clasificación México ‘B-15’/EUA ‘R’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Hace tiempo, reseñando aquí Actividad Paranormal (EUA, 2009), esa película de terror sobre una pareja sandieguina que se graba en video durante varios días seguidos y son atacados en su casa por un fantasma, decía que el problema que tuve con ella es que en toda la película, excepto por un par de breves escenas, no pasa nada de interés. Una soberana monserga de hora y media donde la tal pareja sólo come, duerme y tiene discusiones desabridas.

Seguramente Marlon Wayans (de la fama de las Scary Movies) pensó lo mismo y puso manos a la obra, bajo la idea de que (como decía el crítico y cineasta francés Jean-Luc Goddard) la mejor crítica a una película es hacer otra película. Así que, en cierto sentido, ¿Y Dónde Está el Fantasma? escrita y protagonizada por Wayans funciona más como una crítica de Actividad Paranormal, que como una parodia.

La premisa es exactamente la misma: una pareja se graba en video, día y noche, esperando captar en la pantalla algo interesante, ante los ruidos y objetos que se mueven sin explicación. Claro que, siendo una comedia, las razones para grabar son más mundanas que en Actividad Paranormal: están convencidos de que la sirvienta es quien hace todo el relajo y de paso les roba. Como resultado de las continuas grabaciones, muy pronto descubren que efectivamente en la casa hay un espíritu chocarrero que hace de las suyas, aunque la sirvienta también esconde algunas sorpresitas por su cuenta.

La idea de Marlon Wayans y su coescritor Rick Alvarez no es mala, al contrario: Actividad Paranormal peca de aburrida porque ni los personajes ni sus actividades (captadas en video) producen simpatía alguna. Además, se traiciona a sí misma porque cuando pasa algo interesante (la ouija quemándose, por ejemplo), la pareja protagónica no se molesta en revisar el video para saber qué ocurrió. Por lo tanto, Wayans hace que lo que les ocurra a su personaje y al de su novia sea bastante animado (aunque no siempre gracioso sino más bien escandaloso) y se asegura de insertar muchas escenas en donde ambos revisan el material grabado cada noche, con consecuencias y reacciones que, en mi opinión, son lo más divertido de la película.

Y es que en lugar de horrorizarse, por ejemplo, de descubrir que un fantasma los manosea (por decir lo menos) mientras duermen, la pareja opta por discutir en un arranque de celos por el visitante sobrenatural. O bien, el darse cuenta de que no todo el desastre en la casa es culpa del fantasma da lugar a más pleitos entre ambos. Estos pleitos verbales también son generalmente graciosos y se adivinan improvisados la mayor parte del tiempo, pero no son tan chistosos como para sostener toda la película.

Tal vez el problema principal del director Michael Tiddes y los escritores Wayans y Alvarez haya sido regresar una y otra vez a la premisa del objeto de su parodia/crítica, la aburrida Actividad Paranormal. Es claro que el tipo de humor que Wayans maneja es exitoso y tiene su público muy específico, pero el apego a la idea del fantasma descubierto en video se agotó muy rápido. Posiblemente con mejor material que criticar/imitar/parodiar, digamos, algunas de las excelentes películas de terror estrenadas durante 2013, habrían conseguido mejor inspiración. O tal vez no y les estoy dando mucho crédito. En todo caso, no hay por qué temer ni preguntarse más: ya tenemos en cartelera la segunda parte.

domingo, 4 de mayo de 2014

May the Fourth... Be With You / II

Bueno, si no nos podemos divertir con, pues hay que divertirnos a pesar de La Guerra de las Galaxias.
¡Feliz 4 de Mayo!

jueves, 1 de mayo de 2014

Río 2 ***

(Rio 2, EUA 2014) Clasificación México ‘AA’/EUA ‘PG’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Ah, qué felicidad cuando la gente (léase las distribuidoras de cine) recapacita y corrige sus errores, para beneficio del público. Ya he comentado mi disgusto por el pésimo trabajo de traducción en el doblaje mexicano, de la primera película de Río que, por todo lo demás, era una divertida y sencilla carta de amor del director Carlos Saldanha a su natal Brasil. Y es que alguien decidió, en su estreno en 2011, hacer que los personajes hablaran con modismos de un Español típico del centro del país y encima, molestos e incomprensibles para niños pequeños, el público meta. Ahora, con Río 2, continúan las aventuras de Blu y Perla, la pareja de guacamayas azules y debo decir lo agradable que fue estar en un cine donde por fin se oían risas infantiles con cada diálogo chistoso. Nada de “no manches” ni amenazas de “partir mandarinas en gajos”.

Y a lo que vinimos, pues. Río 2 solamente toma prestado el nombre de la película original, ya que en esta ocasión la historia no ocurre en Río de Janeiro, sino en el corazón del Amazonas, a donde Blu y Perla vuelan, atravesando todo Brasil y acompañados de sus tres hijos guacamayos, azules como ellos. Las interacciones de Perla y Blu básicamente son recicladas de la película anterior, con Blu batallando para acoplarse a la vida brasileña, después de haberse mudado desde Minnesota. Sus tres hijos, como se podía esperar, son una mezcla de ambos padres en cuanto a carácter, con lo que tenemos algunos episodios de pajaritos aventureros y dispuestos a vivir en el reino salvaje, mezclados con situaciones de pez (o guacamaya) fuera del agua.

En cuanto a Blu, donde la película cobra genuina gracia es con el encuentro nada menos que con su suegro, el papá de Perla. Resulta que el suegro es el patriarca de una parvada de cientos de guacamayas azules de las que nadie en la civilización sabía su existencia. Como buen patriarca de película, el suegro es autoritario, inflexible y siente un gran desprecio inicial por su recién conocido yerno. Esta parte de la película, básicamente, nos remite a situaciones como las de La Familia de Mi Novia, esa popular comedia con Ben Stiller y Robert De Niro, así que Río 2 bien podría llamarse, en Inglés, “Meet The Parrots”...

Con todo y esa graciosa relación entre yerno y suegro, lo verdaderamente interesante y efectivo en Río 2 está en el villano. A decir verdad, no recordaba yo a Pepillo, esa amargada cacatúa que fue succionada por una turbina de avión en la primera película, pero regresarla a la vida ha sido un gran acierto. El personaje de Pepillo ha sido reinventado para convertirlo en un enigmático malo con una pasión por los escenarios y una extraña relación con una ranita rosa, que está incondicionalmente enamorada, sin ser correspondida, de la cacatúa. Y no es sólo que Pepillo desprecie a la rana por ser un anfibio: además, la rana está cubierta de una sustancia venenosa que le sirve como mecanismo de defensa y puede ser mortal para quien la toque. Así que Pepillo, temiendo su muerte al acercársele, siempre puede usar la disculpa de “no eres tú, soy yo…”

Al igual que en Río, nuevamente la producción musical está a cargo del legendario músico carioca Sergio Méndes y en esta ocasión, amén de que hay más canciones que en la anterior, particularmente tres brillan por derecho propio. La primera es una especie de tango interpretado por Gabi, la rana venenosa, en el mejor estilo de una seductora femme fatale, donde declara y sufre su amor imposible por Pepillo. La segunda es una reinterpretación teatral que el mismo Pepillo hace de I Will Survive, esa joya de la época disco y que sirve para enfatizar su anhelo por vivir, así sea para hacer maldades. Tanto en las voces cantadas como en las habladas en Español, luce de manera impresionante el trabajo de Romina Marroquín como Gabi y Humberto Solórzano como Pepillo.

El tercer número musical importante es una explosión de sonido y color en medio de la selva del Amazonas, en que cientos de aves cantan la Batucada de la Familia mientras vuelan en elaboradas coreografías. Aquí es donde creo que el director Carlos Saldanha y el productor musical Sergio Méndes realmente se sueltan con todo para mostrar al mundo por qué Brasil es un país con una alegría tan contagiosa que, bueno, hace que hasta el futbol se nos antoje a quienes normalmente no damos un peso por el deporte de las patadas. Ha de ser por eso que, después de esta batucada, disfruté tanto el juego de futbol aéreo que las guacamayas disputan en un momento crucial en la vida de Blu. O, tal vez, simplemente lo disfruté porque, cuando las cosas están bien hechas, no nos queda de otra.