jueves, 27 de marzo de 2014

Los Muppets 2: Los Más Buscados ***

(Muppets Most Wanted, EUA 2014) Clasificación México 'A' / EUA 'PG'
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Cada vez que se estrena una película que refritea a otra película vieja o bien, que refritea algún programa antiguo de televisión, parece que a Hollywood se le acabaron las ideas. No sé si en el caso de Los Muppets 2 esto aplique, dado que la película trata acerca de revivir el programa televisivo original de fines de los 1970s y, en todo caso, en realidad estamos ante la octava película de Los Muppets (la primera se estrenó en 1979), así que, no, tal vez en Hollywood no se les acabaron las ideas respecto a los famosos muñecos de peluche, simplemente han redescubierto un nuevo público en los hijos de quienes los vimos originalmente en la tele y en esas primeras versiones de cine.

A quienes sí se les acabaron las ideas hace tiempo, definitivamente es a los distribuidores nacionales de cine, al bautizar esta comedia como Los Muppets 2. Como decía, esta es la octava película de la serie fílmica que fue revivida en 2011, después de una pausa de 12 años (Muppets en el Espacio fue estrenada en 1999) así que lo correcto sería Los Muppets 8. Pero, bueno, a lo nuestro.

El episodio de 2011 (Los Muppets, dirigida por James Bobin, al igual que esta nueva) tuvo el buen tino de aprovechar la situación real de las marionetas creadas por Jim Henson en los 1970s: los niños de este siglo no los conocían y los adultos ya los habían olvidado. Encima, ¿cómo competir con los dibujos animados actuales que, gracias a los modernos efectos computarizados, muestran objetos que parecen reales, como los monos de Toy Story y demás obras de Pixar, por ejemplo?

Salvado, con creces, ese obstáculo, Los Muppets 2 inicia justo donde termina la cinta anterior: los muñecos, emocionados por el éxito de la séptima entrega, se dan a la tarea de filmar una octava película. Naturalmente, no falta el agente ofrecido que les propone una gira internacional en teatros, para reunir el dinero necesario para la película. Sin pensarlo dos veces, los Muppets se embarcan en la gira, embriagados por el renovado estrellato. Naturalmente también, Kermit, la rana verde que liderea al grupo, tiene sus reservas en cuanto a la gira y al nuevo representante, pero cede a las presiones y sueños de fama de Miss Piggy, la determinada y enojona cerdita de peluche que, más que estar enamorada de Kermit, actúa como si fuera la dueña del pantalón que le lava. Es decir, si Kermit usara usara pantalones.

Y es que el mayor encanto de los Muppets radica precisamente en que no son más que muñecos de tela, peluche o hule espuma, en donde un titiritero mete su mano y mueve al muñeco simplemente abriendo y cerrando la mano para hacerlo "hablar". Sin embargo, el efecto conseguido por estos artistas del guiñol es, por decir lo menos, mágico. Consideremos a Kermit: originalmente fabricado con un pedazo de un viejo abrigo de lana verde y un par de pelotas de ping pong por ojos, el diseño no ha cambiado nada en cuatro décadas. Claramente podemos adivinar la mano dentro de Kermit, creando todas las expresiones faciales de la neurótica rana. Nada de animación o efectos especiales computarizados, solamente un titiritero moviendo con su mano un pedazo de tela verde. Y no creo estar solo al afirmar que esa rana de tela transmite más emociones que muchos de los actores que vemos en pantalla todo el tiempo.

Ciertamente en Los Muppets 2 se demuestra el éxito de los titiriteros, al presentar la idea de que hay una rana malvada físicamente igual a Kermit, que engaña a los demás muñecos, haciéndose pasar por él después de escapar de prisión. Es obvio que los dos muñecos son exactamente iguales, pero la forma en que son movidos por la mano adentro es lo que hace la diferencia. La rana criminal es fría e indiferente en su trato, mientras que Kermit es un manojo de nervios y explota en gritos a cada momento. Los Muppets no pueden ver la diferencia, por cierto, pero eso es requerido por la historia.

Los otros dos elementos que complementan a Los Muppets 2 son, otra vez, no el refrito, sino la continuación de un esquema iniciado con la serie de televisión y en las primeras películas: canciones e invitados especiales. Los Muppets 2 sigue a los viejos musicales hollywoodenses, en que cada cinco o diez minutos los personajes se sueltan cantando en lugar de simplemente decirse sus líneas de diálogo. Sé que las generaciones actuales no aceptan fácilmente los musicales, pero cuando son los Muppets quienes cantan y bailan, no veo a nadie quejándose, todo lo contrario. El público se ríe, lleva el ritmo con la cabeza y a veces, hasta aplaude.

Tal vez a Hollywood se le hayan acaba las ideas, pero con Los Muppets parece que han encontrado una fórmula segura: pon un calcetín en una mano, pégale unos ojos de cartón y hazlo cantar y contar chistes. Al menos, tendrás material para ocho películas.

domingo, 23 de marzo de 2014

El Crimen del Cácaro Gumaro *

(El Crimen del Cácaro Gumaro, México 2014) Clasificación ‘B’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Ya he comentado en este espacio que el director Emilio Portes gusta de echar relajo en sus películas (Conozca la Cabeza de Juan Pérez, 2008 y Pastorela, 2011), lo cual le ha dado muy buenos resultados cómicos, pero al mismo tiempo ha provocado que en algún punto esas películas se le descarrilen y dejen de ser, ya no digamos buenas, sino algo peor: entre tanto relajo, dejan de ser divertidas. Lo bueno es que, en esas dos cintas, el desliz llega casi al final y no le da (tanto) al traste a todo lo bueno que se vio antes.

Pero hay un dicho que dice “la tercera es la vencida” y, pues para eso me gustaba Emilio Portes: en su tercera película, El Crimen del Cácaro Gumaro, el descarrilamiento ocurre desde el principio y lo que nos entrega es una mala serie de sketches bastante relajientos, algunos chistosos, la mayoría no, todo apenas hilvanado por una trama igualmente relajienta que nunca cuaja como comedia, a pesar de lo prometedor de la historia. Escrita por el propio Emilio Portes junto con el Güiri Güiri Andrés Bustamante y, de paso, con Armando Vega Gil, del grupo rockero Botellita de Jerez, ocurre en el ficticio pueblo de Güépez, donde el dueño del único cine deja como herencia el destartalado local a sus dos hijos, Archi y Gumaro, con instrucciones precisas y secretas para cada uno. Lo que sigue es hora y media de situaciones donde Archi (Alejandro Calva) y Gumaro (Carlos Corona) se dan literalmente en la torre el uno al otro, tratando de cumplir las últimas instrucciones que su padre les confió por separado y que parecen ser mutuamente excluyentes: Gumaro busca revivir el viejo cine mientras que Archi lo quiere tumbar para poner un Oxxo.

En medio del pleito de los hermanos (y alrededor también) están la voluptuosa enfermera Claudianita (Ana de la Reguera), novia de Archi y el pequeño  Memito (Oscar González), leal ayudante de Gumaro. Ambos toman partido y hacen lo que está en sus manos por que cada hermano cumpla su promesa al difunto. Echándole leña al fuego del pleito, tenemos a Don Cuino, presidente municipal de Güépez, interpretado por Andrés Bustamante en el estilo del clásico caudillo de pueblo provinciano, que podrán identificar los seguidores del monero Rius, como un clon de Don Perpetuo, de aquella historieta setentera Los Agachados, también llevada al cine en 1974 por Alfonso Arau en Calzonzin Inspector.

Y ya mencionado Don Perpetuo, empieza la cascada de referencias fílmicas nacionales con las que Emilio Portes decide vestir su relajienta película. Prácticamente cada escena contiene alguna cita a obras del cine nacional, algunas conocidísimas, como el overol y la camiseta de Gumaro, que recuerdan a Pepe El Toro y otras, no tanto, como la parodia de una película “de arte” de Carlos Reygadas, que se exhibe ante un dormido público en el rehabilitado cine de Gumaro. Otras parodias, algunas más, otras menos efectivas, están en los títulos de los pósters colgados en las paredes del cine o en las leyendas de las camisetas de Memito.

Estas referencias, fuera de ser curiosas, no resultan lo divertidas que podrían haber sido y eventualmente dejaron de interesarme, al igual que las continuas escenas de pleitos en los que Gumaro y Archi se atacan físicamente sin ninguna consecuencia cercana a la realidad, como si fueran personajes de caricaturas. ¿Cuántas veces se puede un personaje golpear, quemar, dejar caer, para tratar de hacernos reír? Aquí parece que no hay medida, ya que los intentos están ahí pero las risas del público, no. Aunque siendo justo, debo decir que estas escenas sí provocaron la risa de varios de los asistentes en la sala donde la ví, pero a medida que avanzaba la historia, noté que las carcajadas eran menos sonoras y más esporádicas.

Uno de los problemas de El Crimen del Cácaro Gumaro, creo, está en esa combinación de parodias y humor físico que ha sido explotada hasta el cansancio por series como las de Scary Movie, con un público muy definido, pero que al resto de los cinéfilos nos tiene sin cuidado o de plano, nos aburre soberanamente. Y el otro problema está en la gracia que puedan tener los actores para hacer este tipo de comedia. Carlos Corona y Alejandro Calva no están tan mal como los hermanos rivales, pero ninguno tiene el carisma suficiente para que nos encariñemos con ellos y nos riamos con todos sus dichos y todos sus tropezones. El Güiri Güiri sale bien librado como Don Cuino, pero estoy seguro que me he reído mucho más con algunos de sus personajes y sketches de televisión. Quien sí es todo un caso para reevaluar como actriz de comedia es Ana de la Reguera, que no parece ser capaz de entregar sus líneas de una forma que realmente lleve a la risa al respetable. El niño que hace de Memito tiene más gracia que de la Reguera, para acabar pronto.

Qué lástima que una película tan esperada haya resultado así de mala, a diferencia del corto que la anunciaba y que es genuinamente gracioso, aún después de verlo varias veces. Hombre, hasta el anuncio de Cinépolis en que Andrés Bustamante, interpretando a Don Cuino, invita al publico a ver cine mexicano, sirve como ejemplo de que sí se puede hacer reír al público con la misma idea y el mismo personaje.

jueves, 6 de marzo de 2014

12 Años de Esclavitud **

(12 Years A Slave, EUA/RU 2013) Clasificación México ‘B-15’/EUA ‘R’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Ya lo dijo Ellen DeGeneres el domingo pasado, en su monólogo cómico de la ceremonia de los Óscares: había dos posibilidades para premiar a la mejor película de 2013. La primera, que ganara 12 Años de Esclavitud, la trágica historia de un neoyorkino  de ascendencia africana que, en el siglo XIX, fue secuestrado en Washington y vendido como esclavo. Y la segunda posibilidad: que los miembros de la Academia fueran racistas…

Y es que, en cuanto a premios de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de los Estados Unidos se refiere, el director Steve McQueen tenía una apuesta segura para el Óscar a Mejor Película. Históricamente, ese Óscar ha ido a películas que tratan temas sensibles al público estadounidense, generalmente basados en hechos reales. Y la esclavitud de los negros es, ya se sabe, el tema sensible por excelencia para los primos del norte. Esto no es algo malo, es una característica de ese premio dado por la industria de cine hollywoodense, tal vez como una forma de legitimar su propia capacidad de producir proyectos serios e importantes social y políticamente, en medio de tanta basura en las carteleras.

La historia contada por el director británico McQueen es terrible. En 1841, el músico neoyorkino Solomon Northup fue secuestrado en Washington por traficantes de esclavos, que le robaron su identidad y lo forzaron a trabajar durante doce años en plantaciones de Louisiana, sufriendo la esclavitud legal de ese tiempo, igual que cientos de miles de descendientes de africanos. Nadie puede negar que una historia así merece ser contada. Sólo que no creo que el estilo escogido por McQueen sea el correcto.

Veo dos problemas en 12 Años de Esclavitud. El primero, el guión de John Ridley (adaptado del libro autobiográfico del propio Solomon Northup) parece más bien hecho para la televisión, de manera episódica, a ratos sin mucha continuidad entre unas escenas y otras e, incluso, salpicado de anécdotas pintorescas sin relación con el drama de Northup, de modo que los mentados doce años en la pantalla más bien parecen como un campamento de verano en que todo salió terriblemente mal. Revisando la experiencia de Ridley veo que es poca en cine pero tiene un extenso trabajo en televisión, lo cual confirma mi percepción de este problema de origen. Aunado a esto, los diálogos importantes de los personajes no suenan naturales, a veces rayando en lo melodramático y otras en lo poético, lo cual, al menos a mí, me impidió identificarme con lo que se decía.

El segundo problema está en la puesta en imágenes escogida por McQueen. La fotografía de Sean Bobbitt en 12 Años de Esclavitud es demasiado idílica para el tema tratado. Independientemente de que Louisiana tiene paisajes preciosos, las imágenes generalmente no corresponden a la brutalidad presentada. A mí, esta falta me hizo tanto ruido como esos diálogos acartonados.

Los puntos fuertes de la película están, definitivamente, en el trabajo actoral. Chiwetel Ejiofor en el papel de Northup, Benedict Cumberbatch y Michael Fassbender como dos ricos hacendados, Alfre Woodward como una madura esclava/ama de llaves que protege a la joven esclava interpretada por la multimencionada Lupita Nyong’o son, bajo mi punto de vista, la verdadera razón para ver 12 Años de Esclavitud. No obstante, tanto así como para pensar en que estoy ante una gran película, definitivamente no.

domingo, 2 de marzo de 2014

La Plaza ****

(The Square/Al-Midan, Egipto/EUA 2013)
Calificaciones  ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Dices que quieres una revolución...
Bueno, ya sabes: todos queremos cambiar el mundo.
-Lennon/McCartney

Dirigido por la cineasta egipcia-estadounidense Jehane Noujaim, La Plaza es un documental que sigue a tres activistas egipcios, desde inicios de 2011 hasta mediados de 2013, en su lucha contra el sistema político de Egipto a través de participar en las manifestaciones multitudinarias en la plaza Tahrir (una especie del zócalo del DF pero en El Cairo), que en 2011 dieron como resultado la renuncia del presidente Hosni Mubarak pero que, por lo visto, han servido de poco para realmente mejorar al país.


La documentalista Noujaim presenta los hechos desde el punto de vista de estos tres manifestantes: un joven veinteañero que de entrada nos dice que nació y ha vivido toda su vida bajo un gobierno opresor; un padre de familia de unos cuarenta y tantos años, miembro activo de la Hermandad Musulmana, que cree firmemente que su organización arreglará a Egipto a la caída de Mubarak; y el actor treintañero Khalid Abdallah, que pone su experiencia en los reflectores, al servicio de la causa. Noujaim intercala estas ocasionales entrevistas con imágenes de las masivas manifestaciones en la plaza Tahrir y nos muestra el papel, a veces anónimo, a veces protagónico, y muchas veces jugándose la vida, de los tres activistas.


Vemos a estos apasionados manifestantes tendiéndose las manos a pesar de diferencias en ideología y religión, ya peleándose entre ellos, ya reconciliándose; reconociendo que han logrado derrocar presidentes pero no han podido cambiar la Constitución; que todo, hasta ahora, se ha quedado en frases pegajosas. ¿Dices que quieres una revolución? Contesta cínicamente uno de los jefes militares entrevistados: “la revolución la hicimos nosotros, el ejército”. El documental de Noujaim ilustra perfectamente la definición del diccionario. “Revolución: Rotación de 360 grados de una figura respecto a su eje…”

RoboCop ***

(RoboCop, EUA 1987 y EUA 2014)
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Hace veintisiete años, quienes ya andábamos en esto de la cinefilia, nos divertimos con las andanzas de RoboCop, un policía mitad hombre, mitad robot, que enfrenta a la corrupción y al crimen organizado en un apocalíptico Detroit de un posible futuro cercano. Siguiendo esa bonita tradición del refrito hollywoodense ahora tenemos una nueva versión de la misma historia, con RoboCop empezando desde cero.

Afortunadamente puedo reportar que RoboCop de 2014 es tan entretenida como la de 1987, con la misma premisa del policía que busca vengarse de quienes lo dejaron medio muerto cuando era completamente humano. Por ese lado, ambas versiones son básicamente una película del viejo oeste (pero sin sombreros ni caballos, con carros en 1987 y motos en 2014), con el héroe solitario contra a los malos, quienes de paso están coludidos con las esferas del poder en Detroit. Esta trama se sigue hasta sus últimas consecuencias, con todo y balacera final “en el OK Corral”.

En la de 1987, dirigida por el holandés Paul Verhoeven (que después nos traería las provocativas El Vengador del Futuro – Total Recall, EUA 1990; y Bajos Instintos, EUA 1992), la historia era un pretexto para denunciar y satirizar la codicia de las grandes corporaciones privadas como motor de la economía y la política de los Estados Unidos. En 2014, el brasileño José Padilha (director de la excelente Tropa de Élite, Brasil 2007), se sirve del policía robot para exponer, igualmente de manera satírica, la política actual de nuestros primos del norte respecto a dos asuntos: el ya conocido intervencionismo en países en conflicto y el uso de armamento robot (los famosos “drones”) contra civiles. Padilha usa el mismo elemento que Verhoeven para su sátira: un noticiero televisivo. En 1987, Verhoeven tiene a comentaristas estilo Ventaneando, presentando noticias terribles con una sonrisota en la cara. En 2014, Samuel L. Jackson representa a ese sector de la prensa crítica republicana, que supuestamente gusta de decir las cosas como son pero termina exhibiendo su fascismo. Y creo que nadie mejor que Samuel L. Jackson para, así sea en una sátira, decir las cosas como son.

Otro punto de la versión de Padilha que apenas se roza en la original, está en el dilema moral sobre la existencia de un robot con cerebro humano. De hecho, prácticamente las primeras tres cuartas partes de película se dedican a explorar los puntos de vista del científico que crea a RoboCop y su empleador (Gary Oldman y Michael Keaton, ambos ganándose la papa), contra los del propio policía caído (Joel Kinneman en 2014, Peter Weller en 1987) y los de su esposa e hijo, que esta vez están presentes (Abby Cornish como la Sra. RoboCop) a lo largo de la historia y no sólo como un recuerdo.

Por lo demás, las escenas “de acción” son tan divertidas y espectaculares en 2014 como lo fueron en 1987, gracias a la tecnología y los estilos de cine que corresponden a cada época. RoboCop originalmente fue seguida de un par de secuelas menores en los 90s y al final de esta nueva se dejan suficientes cabos sueltos para continuar la saga. Por mi parte, mientras lo que sigue sea al menos tan divertido y bien hecho como ésta de 2014, sí me las aventaré en futuras matinés.