jueves, 26 de diciembre de 2013

Frozen: Una Aventura Congelada ***1/2

(Frozen, EUA 2013) Clasificación México ‘A’/EUA ‘PG’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Ah, qué gusto cuando un gigante como la casa Disney se deja de cosas y regresa a lo que mejor hace. En este caso, el grandioso, en el mejor sentido de la palabra, romántico cine de princesas y cuentos de hadas. Y es que, a juzgar por sus películas de los últimos… quince años, tal pareciera que Disney se había rendido ante la fuerte competencia en el cine animado, empezando por el “fuego amigo” de Pixar, dejando de lado los romances musicales de fantasía, dando lugar a un cine más de comedia y aventuras. Una Aventura Congelada, la nueva cinta musical sobre princesas y con el inmemorial tema del amor verdadero, demuestra, en todos los sentidos, por qué Disney sigue siendo el rey.

Ya desde 2010, con Enredados, la adaptación del cuento de Rapunzel, la casa Disney parecía buscar volver a los días de gloria que no veía desde La Sirenita (1998), La Bella y la Bestia (1991) y Aladino (1992). Y aunque, antes de La Sirenita, la última gran película por el estilo fue La Bella Durmiente (1959), nadie puede negar que junto con Blanca Nieves y La Cenicienta, estos son los personajes y las películas más entrañables de la legendaria productora hollywoodense, muy por encima de todas sus comedias animadas. Sin embargo, marcadamente hacia fines de los 1990s y después de 2001, con la llegada de la fuerte competencia que representó Shrek, Disney buscó otro tipo de historias, enfocadas a la aventura y a la acción.

Y ahora, regresando por sus fueros, nos presenta a las típicas antagonistas de su cine clásico: una reina con poderes sobrenaturales y una indefensa princesa, enfrentadas en una trama que involucra un encantamiento sobre el reino, un príncipe azul y un leal súbdito que puede ver directo al corazón de la princesa. Como de costumbre, la historia de Una Aventura Congelada está vagamente inspirada en un cuento, esta vez, La Reina de las Nieves, del danés Hans Christian Andersen, aunque solamente toma algunos elementos que coloca en personajes y situaciones creados para esta película de princesas.

Hay dos razones por las que Una Aventura Congelada sobrepasa lo hecho recientemente con la mencionada Enredados. Primero, el montaje musical descansa sobre nueve canciones interpretadas en otros tantos números musicales, donde los personajes centrales exponen sus deseos y frustraciones, haciendo avanzar la historia, llevando la cinta de menos a más visual y auditivamente. Prácticamente se puede adivinar la intención de trasladar Una Aventura Congelada a los escenarios de Broadway, lo cual resulta evidente con las canciones escritas por la pareja de compositores teatrales Kristen Anderson López y Robert López y una puesta en escena que remite a la estructura de La Bella y la Bestia y La Sirenita.

Por otro lado, el austero diseño de producción (como debe ser, inspirado en la cultura nórdica), la excelente animación y el montaje musical no sirven de mucho si la trama no tiene fundamentos sólidos. Y aquí es donde me parece que Disney va un paso más allá de lo andado hasta ahora en su cine de princesas. Mientras las pasivas Blanca Nieves, Cenicienta y Bella Durmiente, luego sustituídas por las impulsivas Sirenita, Bella, Pocahontas y Mulan, eventualmente se rendían al “amor verdadero”, ese elusivo y abstracto concepto, en Una Aventura Congelada la búsqueda se aterriza en el poder que tienen los personajes de conseguir, primero, la verdadera libertad, reconociendo su potencial y sus límites, lo cual los lleva a reconocer el amor, no en ese sentimiento bonito de las canciones románticas, sino en los actos que hacemos por nuestro propio bien y por el de los demás.

Hasta la década pasada, cómo no iba Disney ser blanco de burlas en un mundo cada vez más cínico, si sus protagonistas vivían felices para siempre después de un beso de “amor”. En Una Aventura Congelada, por primera vez veo a las princesas liberarse, crecer y, finalmente, darse cuenta que el verdadero amor a los demás empieza en uno mismo. Y a Disney ya le hacía falta, precisamente, eso.

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