jueves, 11 de abril de 2013

¿Qué voy a hacer con mi marido? **1/2

(Hope Springs, EUA 2012) Clasificación México ´B´/ EUA ´PG-13´
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala
Cual encabezado de la página policiaca, la premisa es “Pareja de sexagenarios se somete a terapia matrimonial”. La imaginación vuela con las posibilidades. El póster y los cortos prometen una comedia romántica con Meryl Streep y Tommy Lee Jones como protagonistas, ella con una mueca pícara, él con una mirada de desconfianza. ¿Eso es lo que entrega esta película de largo y mal puesto título en Español? Sí y no.
El director David Frankel (El Diablo Viste a la Moda, 2006) toma la estructura de la comedia romántica típica hollywoodense (el muchacho conoce a la muchacha, se caen mal al principio pero sabemos que son el uno para el otro) y la aplica a un matrimonio maduro (Streep y Jones); treinta años juntos y ya sin vida de pareja, lo que hace explícitamente infeliz a Kay, la esposa y, al menos por lo que se ve, incómodo a Arnold, el esposo, al grado de dormir en habitaciones separadas. Un buen día, Kay decide hacer un último intento y se enlista en una terapia intensiva para matrimonios, a la cual acuden por una semana, contra las protestas de Arnold. El terapeuta, un experto en el tema, interpretado por un muy contenido Steve Carrell, lleva rápidamente la terapia al terreno sexual y ahí es donde se descubren las verdaderas intenciones de la película.
La vida en pareja nunca es sencilla y las comedias románticas generalmente se terminan en el clásico “… y vivieron felices para siempre.” Digamos que el director Frankel se interesa más en analizar esta última línea y su historia empieza donde el “para siempre” termina. Kay es infeliz a treinta años de casada con Arnold pero, ¿en qué momento inició su infelicidad? ¿Arnold se da cuenta? ¿Le importa? Aún más, ¿es feliz Arnold?
A pesar de la estructura de comedia romántica, poco a poco Kay y Arnold sueltan los sentimientos que cada uno ha escondido por años. Resulta muy difícil para Arnold darse cuenta que la tristeza y frustración de Kay se centra en su inexistente vida sexual. Todo lo demás parece funcionar a la perfección pero el que Arnold ya no la vea como mujer es terrible. El detalle que (en mi opinión, dada la generación a la que pertencen) hace funcionar el asunto de las confesiones, cuando los dados parecen cargados a favor de Kay y Arnold es pintado poco menos que como un monstruo, se da poco después de la mitad de la historia, cuando Arnold confiesa lo que trae dentro.
Meryl Streep y Tommy Lee Jones hacen suyos estos personajes y durante las sesiones de terapia, la película toma vuelo y se eleva del melodrama convencional. Sin embargo, Frankel insiste una y otra vez en contrapuntear estas escenas con humor superficial (efectivo, eso sí) y el uso de al menos tres secuencias musicalizadas con éxitos discográficos, que nos recuerdan que, pues sí, estamos ante una comedia romántica, la muchacha quiere vivir feliz para siempre con su muchacho y no hay por qué sufrir. Al menos, no tanto.

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