sábado, 12 de marzo de 2011

El aro **

(The ring, EUA/Japón 2002) Clasificación ‘B’
Calificaciones ****Excelente ***Buena **Regular *Mala

Mi opinión acerca de El aro, del director Gore Verbinski, se ve afectada fuertemente por mi deseo de ver una película inteligente de terror en lugar de simplemente una película de terror. Basada en un filme de 1998, adaptado de una novela, ambos japoneses, en El aro una reportera interpretada por Naomi Watts, investiga la misteriosa muerte de su sobrina y unos amigos. Durante sus indagaciones, se hace de un video, lo pone en su videocasetera y, exactamente como se lo advirtieron, al terminar de verlo suena el teléfono para avisarle que le quedan siete días de vida. Aterrorizada, continúa su investigación en una carrera contra el tiempo.

El también director de La Mexicana y Un ratoncito duro de cazar, cuenta una historia muy entretenida en un montaje que luce bastante bien y contiene algunas escenas de un estilismo perturbador que raya en el simbolismo surrealista. No voy a negar que más de una vez brinqué en el asiento, porque, eso sí, El aro incluye secuencias que por sí solas son genuinamente terroríficas, aunque por largos ratos la tensión se disipa totalmente. El problema es el intento que hace el guión de Ehren Kruger por explicar las extrañas muertes y los sobrenaturales sucesos, a medida que la reportera averigua más acerca del video en cuestión. Demasiados elementos terminan por convertirse en un montón de cabos sueltos que distraen a quien trate de hallarles sentido. Por ejemplo ¿por qué, habiendo tantas muertes evidentemente antinaturales al mismo tiempo, la policía no investiga ninguno de los casos? O en todo caso, ¿quién es el autor del video? ¿quién distribuye la o las copias? O, si todos los que lo ven mueren, ¿quién hace correr el rumor de su existencia? O tal vez soy sólo yo.

Como nota aparte y a diferencia del crítico Ernesto Diezmartínez, hubiera apreciado el que un rústico asistente a la sala trajera su celular prendido y que éste hubiera sonado justo en el momento de la película en que termina de proyectarse, por primera vez, el mentado video premonitorio en la pantalla gigante. Puedo apostar a que TODOS hubiéramos brincado hasta el techo.

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