miércoles, 28 de mayo de 2008

Indiana Jones y El Reino de la Calavera de Cristal ***

(Indiana Jones and The Kingdom of the Crystal Skull, EUA 2008) Clasificación 'B'

Ah, qué bonito era el cine cuando no existía Indiana Jones. Uno podía meterse a la función sin preocuparse de que la película por ver tuviera acción de más o de menos, efectos especiales escasos o excesivos, brillantes o chafas; comedia fluida o forzada; aventura verosímil o jalada de los pelos. En resumen y para ser claros, no había qué preocuparse de que la película fuera mejor o peor que Los Cazadores del Arca Perdida.

Tres películas –la propia Los Cazadores del Arca Perdida incluida- y casi 20 años después, el corazón late impaciente y la imaginación vuela expectante ante una pantalla que nuevamente transforma el logo de la Paramount en una montaña real (más o menos), para dar paso al cuarto título de la saga: Indiana Jones y El Reino de la Calavera de Cristal. Ahora ya sabemos a quién pertenece esa silueta con sombrero; ahora ya esperamos que en los siguientes 120 minutos el tipo de la fusca y el chicote sortee peligros extraordinarios, precisamente suelte balazos, dé latigazos, se agarre a moquetazo limpio con fanáticos seguidores de algún líder totalitario, sobreviva escapes imposibles, suelte líneas graciosas o de plano sarcásticas de vez en cuando y de vez en cuando también reciba o dé un picorete a alguna fémina dispuesta. Ah, y de paso rescate alguna reliquia arqueológica, para gloria de los Estados Unidos.

Pero, sobre todo, aunque lo neguemos, esperamos que esos 120 minutos sean dignos ¿compañeros? ¿sucesores? ¿iguales? al menos a una de las tres anteriores cintas de Indiana Jones, ese hijo de Bond, James Bond, creado por George Lucas y Steven Spielberg en base a una mezcla del intrépido espía inglés y sus mejores recuerdos del cine de aventuras de los 30s y los 40s.

¿Hay alguna duda de que esta entrega seguirá el molde de las anteriores? Por supuesto que no. Indiana Jones, en efecto, tiene inicialmente una "aventura menor" (si cosas como jugarle carreritas a una roca gigantesca –Cazadores del Arca Perdida- o caer de un avión sin mayor protección que un bote salvavidas –Templo de la Perdición-, por ejemplo, pueden ser consideradas como aventuras menores). Estando en 1957, tenemos soviéticos ("¡RUSOS…!"), CIA, FBI, Proyecto Manhattan, rocanrol y envaselinados rebeldes sin causa. Luego Indy se encuentra con su superior en turno, quien le asigna su nueva misión, la búsqueda de la mentada calavera de cristal, que ocurrirá por aire, continuará por agua y tierra, todo el tiempo trazando una línea roja sobre un mapa de época.

Las corretizas, las peleas, los plomazos y chicotazos están todos ahí. Incluso está también la damisela en peligro: una grata visita del pasado, Karen Allen como Marion Ravenwood (el póster nos la anuncia, así que no hay sorpresa qué echar a perder), se vuelve nuevamente parte del equipo de Indy en la persecusión contra los rusos por el artefacto. Y si tanto brinco no terminara en una apantallante secuencia de efectos especiales que pone las cosas en su justo lugar, devolviendo el orden al universo y de paso redefiniendo el curso de la Historia, por supuesto que no estaríamos ante una película de Indiana Jones.

Entonces, si tenemos la fórmula completa, no hay nada qué temer. ¿O sí? Bueno, por un lado, Harrison Ford y en consecuencia Indiana Jones, ya va sobre las seis décadas, lo que lo hace un poco (pero en serio, SOLO UN POCO) menos ágil, aunque sí más gruñón. Aceptada esta situación, la película se divierte a ratos con este paso de los años, por medio del ayudante en turno: Shia LaBeouf, un joven "rebelde sin causa" de ésos que no sueltan el peine y no se bajan de la moto ni para... comer.

Por el lado de la acción, usted pida: explosiones nucleares; ingeniosas peleas de jeep a jeep, a toda velocidad en medio de la selva amazónica; una caída por una peligrosa cascada. Y otra. Y otra. Monos. Hombres monos. Marabunta. Construcciones milenarias con mecanismos imposibles aún en perfecto funcionamiento. Ahora, le pregunto: ¿espera usted que todas estas proezas y clichés del cine de aventuras (y de la propia franquicia de Indiana Jones) se logren sin la ayuda de lo último en tenología en efectos visuales? Yo no. En cada una de las tres películas el uso evidente de dobles, miniaturas, pinturas matte e imágenes sobrepuestas ha sido el estándar. Por supuesto, veinte años después, Spielberg ha agregado a la colección, animaciones computarizadas que se mezclan con la acción viva y escenarios reales. Mi única queja en este departamento, es el escaso uso del látigo. Y casi pude adivinar que el par de veces que Indy dio de chicotazos, un dibujo sustituyó el arma. Ni hablar.

Por el lado de los malos, la infalible Cate Blanchett encarna a una comandante soviética que cree en los poderes paranormales y a quien toca el turno de representar ese poder totalitario que busca hacerse de una reliquia arqueológica para dominar el mundo. Ni modo, Stalin ocupa ahora el lugar de Hitler en el imaginario americano de los '50s. Si bien Blanchett realmente no hace uso de sus supuestos poderes mentales, su pesado acento "ucraniano" y su fijación por los sables la convierten en un formidable e incansable enemigo de Indy.

La cuarta parte de "la trilogía" de Indy es gran diversión. No será Los Cazadores del Arca Perdida, pero, como sus dos sucesoras, no se queda muy atrás. Indiana Jones fue presentado al mundo hace casi treinta años y lo que le ha seguido, ya sea de la propia franquicia o sus incontables imitaciones, nos ha dado un cine de espectacular a lo más o menos divertido. Pero, ahora ya con esta tetralogía que apuesta por una quinta aventura, nadie como los originales para acercarse a los originales.

martes, 27 de mayo de 2008

Todos queremos ser Indy

Algunos amables lectores ya me han preguntado sobre mi reseña de Indiana Jones y El Reino de la Calavera, y todavía no me he dado el tiempo de terminarla. Mientras tanto, un poco de diversión relacionada.

domingo, 18 de mayo de 2008

En mish tiemposh...

En más de una ocasión, en este espacio y en otros blogs que frecuento junto con mis amables visitantes, algunas discusiones llegan a un punto en que me doy cuenta que, por muy joven que me vea a mí mismo, para la mayoría de estos lectores puedo parecer un anciano decrépito cuando, por ejemplo, confieso que ví en su estreno en cine títulos tan conocidos como Tiburón, Superman, La Guerra de las Galaxias, o cualquiera de Chanoc, Pepito y Chabelo o El Chanfle (les dejo los años de tarea). O bien, Los Cazadores del Arca Perdida, a propósito del estreno de la nueva aventura de Indiana Jones, a poco más de 26 años de que brincara en mi asiento y aplaudiera como chamaco en matiné... tal vez porque precisamente éso era.

Afortunadamente no estoy solo en estos lares. Diezmartínez me ha hecho notar que, entre tanto chamaco "bloguero", a veces parecemos los viejitos de El Show de Los Muppets... ("¿Los Qué...?"). Tal vez. Pero, éso sí, qué buenos años.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Un boleto para Iron Man y un café cargado...

(Seguimos a Diezmartínez con las notas periodísticas sobre cinéfilos...)
Ahora resulta que Iron Man, El Hombre de Hierro, es tan efectiva como un nembutal.
Al menos el neoleonés Adán Villela fue arrullado hasta el sueño por la primera película del verano fílmico hollywoodense, de acuerdo a esta nota de El Universal .

Como la tengo planeada para este fin de semana, me aseguraré de llevar mi despertador, no vaya a ser...

jueves, 8 de mayo de 2008

"¡Buon Giorno, Compadre!": El Viaje de la Nonna **1/2

(México, 2007) Clasificación 'A'
Calificaciones: **** Excelente ***Buena **Regular *Mala

Cuando usted vaya a Italia, ya sabe cómo saludar en el más puro estilo mediterráneo. Asegúrese de pronunciar, éso sí, correctamente: "¡Bonyorno, Compadre!!!" Sebastián Silva dirige esta comedia en donde una familia de clase media del DF recrea un pueblito italiano en el corazón de México, para cumplir a su anciana matriarca el sueño de visitar la tierra de su difunto marido, sin arriesgar, por un lado, la salud de la señora y por el otro, la egoísta tranquilidad de los parientes que no quieren hacer el viaje. El truco cobra vida gracias a la cada vez más mala memoria de la señora y a un equipo de filmación que se presta al engaño, con resultados más bien disparejos, tanto en la película dentro de la película, como en la propia cinta que vemos.

Definitivamente lo mejor de todo, junto con la premisa, es el personaje creado por Ana Ofelia Murguía, que le da una calidez nada empalagosa a la abuelita, y también transmite la angustia de quien va perdiendo la memoria en medio de situaciones perfectamente familiares. Menos entrañables resultan sus recuerdos privados, imaginados para nosotros como espectadores, con su difunto marido silbando una tonada popular italiana. Si no fuera por la devoción que Murguía le imprime a esos encuentros, la idea de esta señora buscando cumplir su promesa al esposo muerto nos podría importar poco. Pero como dice uno de los actores contratado como falso italiano, justificando su entrega al engaño: "me recuerda a mi abuelita..."

Más interesante y divertido, en cambio, resulta el esfuerzo por recrear el pueblo italiano en un set de cine, con la familia moviendo de un lado para otro a tres o cuatro actores, algunos extras y apenas algo de utilería ("... todas las tiendas de este pueblo venden lo mismo..."). Los simpáticos encuentros con los falsos italianos se suceden unos a otros en una frenética carrera colectiva por mantener la ilusión de la buena señora.

Sin embargo, al igual que en el pueblo de mentiritas, en la película las situaciones se vuelven tan repetitivas que no sólo la Nonna termina por darse cuenta de que algo no está muy bien que digamos (el cura y el policía tienen hermanos gemelos por todo el lugar). Digo, es ella la que no tiene buena memoria, no el público. Afortunadamente cuando uno empieza a desesperarse por tanta repetición, llega el previsible truene para que la historia dé un necesitado giro. Lo malo es que el apresurado final busca amarrar cabos sueltos en las relaciones familiares, cosa que, lamentablemente, se va casi en automático, por lo desdibujados que resultan la mayoría de los personajes (¿quién es hijo/hija/novio/novia de quién? Con razón la Nonna nunca termina por aprenderse el nombre de Mariana ¿o era Alejandra?).

El Viaje de la Nonna resulta una agradable comedia familiar, cuyos pocos excesos, que apuntan hacia cine "experimental" o "de arte" (esas referencias a Fellini, la poesía o el baile desenfrenado con música estridente, por ejemplo), no la echan a perder para el gran público. Además, merecería una mejor copia que la rayada, granulosa y oscura que se exhibió en el Cinépolis local y, por favor, una mayor distribución nacional.

martes, 6 de mayo de 2008

Ratones vs. Tiburones

La mente trabaja de manera misteriosa. En una entrada pasada, recordaba Tiburón(Jaws, Spielberg 1975), después de una visita a la playa con Román, mi hijo de tres años. Al día siguiente, ya en casa y recuperándonos de las emociones de nadar en el mar, Román me dio la mejor demostración de por qué resulta tan aterradora esta película que, si acaso, muestra sólo unos cuantos minutos al monstruo en sus más de dos horas de duración.

(Antes de que se alarme y llame al DIF, amable lector, aclaro que, por supuesto, NO me senté a ver Tiburón con mi hijo, como hicieran mis padres en 1975 conmigo… y el IMPI no era tan efectivo ni existía la CNDH.) Román se sentó a ver una vez más Bernardo y Bianca (The Rescuers, 1977), de Disney. Para quienes no la han visto, es una cinta animada donde dos ratoncitos intentan rescatar a una niña secuestrada en los pantanos de Louisiana, por una odiosa mujer que usa como guardianes a un par de gigantescos cocodrilos. Ambas ideas resultan abominables y son suficientes para ponerme los pelos de punta cada vez que la veo, especialmente el abuso sicológico de que es objeto la pequeña por parte de su secuestradora. Afortunadamente Román lo toma como algo anecdótico que da pie a lo verdaderamente emocionante: todas las peripecias que pasan Bernardo y Bianca, los ratoncitos al rescate.

Precisamente hay una escena en donde la audaz Bianca convence al precavido Bernardo de atravesar un zoológico de noche, y ahí van los ratones a meterse entre jaulas y rejas, en medio de la oscuridad. La aventura, sin embargo, es brevísima, ya que luego de salir de cuadro, mientras la toma continúa a la entrada del zoológico, se oye un gran rugido (o gruñido) de alguna fiera no identificada. Ambos ratones vuelven a aparecer, huyendo en la dirección contraria y medio muertos de miedo. Fin de la escena.

No recuerdo qué tanta impresión me causó en su estreno tal episodio, aunque yo la ví originalmente en secundaria; muy probablemente sólo me dio algo de risa. En cambio, noté que Román, al inicio de la escena, se levantó del sofá y se apresuró a alejarse tanto como le fue posible de la televisión, incluso protegido tras un librero y asomando apenas la cabeza para seguir viendo la película. Ya acabada la escena, volvió lentamente a su asiento, repitiéndose: “No pasa nada…”. Ese fin de semana vio la película un par de veces más, como hacen los niños de su edad, y en ambas ocasiones tuvo la misma reacción. Lo curioso, repito, es que en pantalla no aparece ningún monstruo o fiero animal: sólo se oye el rugido y los ratones reaparecen, corriendo y con la respiración entrecortada.

Bernardo y Bianca, la película, saca jugo de lo que no podemos ver pero que sabemos que está ahí. Justo como la elección de Spielberg, en Tiburón, de no mostrar al animal sino hasta después de la primera mitad, y aún así, por sólo unos segundos cada vez. En realidad, el terror de la película viene del suspenso y la confirmación de la existencia del monstruo, por sus consecuencias. Igual que otra de las grandes películas de terror de los últimos 30 años, Alien (Scott, 1979). O la más reciente The Host (Bong, 2006), aún sin estrenar en México, lamentablemente.

(Y una y otra vez, públicos de todo el mundo vuelven a confirmar, por millones, que no hay nada más poderoso para el suspenso, que el control de la imaginación. Igual que mi hijo, el pequeño cinéfilo masoquista. Genial. Ya casi está listo para mi colección de Hitchcock.)

domingo, 4 de mayo de 2008

... y arranca el Verano. Casi.

No bien entramos a Mayo y ya tenemos el primer estreno del Verano Fílmico Hollywoodense: IronMan - El Hombre de Hierro. En menos de tres semanas seguimos con Indiana Jones IV, luego con Batman, en algún momento Hulk y así por el estilo hasta llegar al Otoño. Y éso que todavía nos queda mes y medio de Primavera...
Pero antes de ir a encerrarme a las salas cada fin de semana por los siguientes tres meses, para dar cuenta de tales estrenos, he hecho lo más sensato y lo disfruté tanto que, además de darme unas ganas incontrolables de volver a ver uno de los blockbusters originales: Tiburón (Jaws, de Spielberg, 1975), creo que lo voy a repetir como terapia entre estreno masivo y estreno masivo.
(Mañana: Mi opinión sobre El Viaje de la Nonna, estrenada en Mexicali, literalmente en el matadero, cuando IronMan tapiza la cartelera.)